Las murallas ahogan la ciudad y las chimeneas llenan de humo sus cielos volviéndolos tan sucios, oscuros e irrespirables como sus calles, en las que se hacinan los trabajadores de las cada vez más numerosas fábricas junto a vagabundos, pedigüeños, pobres de solemnidad y algunos grupúsculos de delincuentes como «la Tinya», formada por huérfanos y ladronzuelos de poca monta que se dedican al hurto y...